Si quieres estar a la moda, bebe vino naranja

Los denominados ‘orange wines’ o vinos naranja no son como el ‘trendy’ vino azul al que se le añade un colorante. Estos tienen ese color por su tipo de elaboración.

Si lo decimos en español, vino naranja, la definición cambia por completo, ya que se denomina así a ciertos vinos elaborados en el Condado de Huelva con Pedro Ximénez o Zalema. Estos vinos dulces pasan un largo tiempo en contacto con pieles de naranja que les aportan los matices de este cítrico y que son los ‘culpables’ de su nombre.

Pero ¿qué son en realidad los orange wines? Un orange wine es un vino blanco que se ha trabajado como un vino tinto. Es decir, en lugar de separar el mosto, se vinifica en contacto con las pieles y esta maceración puede durar varios días en función de lo que se quiera conseguir. Por ese contacto el color es más subido de tono y parece más un color naranja. Si a esto le añadimos además un tipo de uva en concreto o su contacto con arcilla, el color naranja está casi asegurado.

Y parece ser que están de moda, o son tendencia. Probablemente unido a la tendencia de los denominados ‘vinos naturales’ aunque hay otros que no son tan ‘naturales’ y son también orange wines. El nombre lo puso un comerciante ingles hace poco más de una década, pero con el ‘movimiento’ natural se han empezado a conocer más. Curiosamente, tampoco es una cosa nueva que digamos pues se encuentran vestigios en el Cáucaso datados hace 6.000 años nada más y nada menos. Así que moderno, lo que se dice moderno, no es. En el mundo del vino, lo cíclico es una constante.

Podemos encontrar este tipo de vinos en cualquier lugar del mundo. El Ageno por ejemplo, se elabora en Italia con las variedades malvasía, ortrugo y trebbiano; y se hace en inox y madera, no en ánfora. Por nombrar otro tipo de elaboración, este anciano viticultor de New Zeland muestra su Don Wine Martinborough sin disfraces. Un Pinot Gris salvaje y que elabora en ánforas de arcilla. La maceración dura más de 40 días, sin aditivos, sin sulfitos, sin nada. Un vino que al principio parece agresivo y que al abrirse muestra matices más dóciles y especiales.

Aunque el color le ponga nombre a este tipo de vino, podemos encontrar una gama que pasa desde el amarillo pálido, pasando por el ámbar o tonalidades rosadas tipo piel de cebolla en algunos casos. Pero sí nos daremos cuenta de que no suele aparecer en las etiquetas el adjetivo orange wine, ya que no está recogido en ninguna definición oficial sino que es algo inventado en el paralelo mundo del marketing y de rebote, de las bodegas.

En algunas zonas de Catalunya, como Terra Alta o Montsant, desde hace mucho tiempo se elaboran este tipo de vinos que, a pesar de ser blancos, se vinifican como los tintos. Se denomina vino brisat (brisado). Según la tendencia, estos también podrían ser definidos como orange wines. Pero, mejor no. Y si hacemos caso al refranero, “Las cosas, por su nombre”.

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Por Javier Campo González en theluxonomist.es.