[Fuente: elcorreodelvino.com]
Las cifras del informe de Coyuntura de la Oficina Internacional de la Viña y el Vino (OIV), hechas públicas recientemente, no dejan lugar a dudas
España ha sobrepasado a Francia como país exportador en volumen, aún estamos muy lejos en valor, y se acerca a Italia, líder absoluto en la actualidad, pero con unas cifras muy similares a las de nuestro país.
Aunque la crisis ha logrado que, por vez primera desde hace muchos años, haya un leve retroceso del 0,8 por ciento, pero retroceso al fin y al cabo, en el consumo mundial de vino, España, con una adjudicación de 16,5 millones de hectolitros, medio millón menos de los datos ofrecidos por el Observatorio Español del Vino, se consolida como la segunda potencia exportadora, superada levemente con Italia que, según la OIV, alcanzó los 17,2 millones de hectolitros. Tanto España como el país transalpino, con un 19 por ciento de las ventas mundiales en el exterior, superan el 15 por ciento de Francia que cifra sus ventas externas en 13,6 millones de hectolitros durante 2008.
La práctica totalidad de los países exportadores, con excepción de Francia, Portugal y Australia, experimentaron avances en sus ventas como es el caso de Sudáfrica que pasó de 3,1 a 4,1 millones de hectolitros, un cinco por ciento de las ventas externas, o Estados Unidos, que pasó de los 4,2 a los 4,5 millones de hectolitros. Moldavia, otro interesante productor de vino, pasó de 0,6 a un millón de hectolitros de ventas.
Con este panorama, y pese a la recesión económica, todo parece indicar que España cumplirá las previsiones realizadas conjuntamente por el Observatorio del Vino y el Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino y se convertirá en el primer vendedor internacional en un plazo aproximado de cinco años, siempre y cuando la recuperación sea progresiva y no afecte, como no ha ocurrido hasta ahora, a Estados Unidos que está llamado a ser el primer gran consumidor del mundo, tras superar claramente a Italia en el segundo puesto y amenazar a Francia.
Estas previsiones son, además, un fuerte deseo del sector vitivinícola que, al igual que ocurre en los otros dos grandes países productores, ven como su mercado interno disminuye todos los años por una caída continua del consumo, agudizada, si cabe, todavía más por la actual coyuntura económica.
La imagen del vino español ha ganado mucho en los últimos años y los mercados valoran su relación calidad/precio, probablemente la más competitiva del mundo, pese a los denodados esfuerzos realizados por algunos de los productores del denominado Nuevo Mundo que difícilmente pueden lidiar con ese axioma que empuja a España al liderazgo mundial.
Pero el mercado es complejo y no debemos dormirnos en los laureles. Hemos de aprender de errores como el cometido por Australia que ha intentado competir en terrenos de bajo precio con una pérdida de calidad, hecho que le ha costado el revés de muchos de sus compradores habituales, incluido el Reino Unido, que le han vuelto la espalda.
Y el sector necesita también el apoyo de las Administraciones Públicas para su promoción en países terceros. No basta con sacar unas ayudas y promulgarlas luego con tan corto espacio de tiempo que muchas empresas pequeñas y medianas, con menores medios que los grandes grupos, se vean privadas de ellas. Asimismo, hace falta un estímulo de consumo inteligente y moderado de vino sin entrar en colisión con las autoridades sanitarias y el apoyo del Gobierno frente a sus miembros más radicales en las políticas antialcohol, que deben saber que no es el vino el principal causante de accidentes y muertes por el abuso del consumo. Pregúntenles si no a los gobernantes polacos que han dado un impulso al vino para, precisamente, frenar el alcoholismo que producen bebidas nacionales tan arraigadas como el vodka. Y de paso aprovechemos las buenas perspectivas que se presentan a uno de los sectores más dinámicos de la economía española para apoyar el crecimiento de riqueza del país ¿Lo hará la nueva vicepresidenta para Asuntos Económicos del nuevo Ejecutivo?