Bodegas Ysios ofrece la posibilidad de convertirse en enólogo y crear su propio vino

El cliente recibe dos estuches con el vino realizado por sí mismo. Seis botellas de 0,75 l y un magnum de 1,5 l, en un estuche de madera labrada que reproduce la espectacular cubierta de la bodega.

Plasmar su personalidad en un artículo de lujo como una joya o una prenda de alta costura puede ser un déjà vu. Pero esta propuesta va un poco más allá: crear su propio vino a imagen y semejanza de su gusto más personal. En bodega, a pie de terroir, de la mano de uno de los enólogos más apasionados de esto que ha devenido en llamarse la Nueva Rioja, la que respeta la esencia secular de esta tierra implementando las tendencias de vanguardia.

El druida en cuestión es Roberto Vicente y la bodega Ysios. Un proyecto que han puesto en marcha de la mano del servicio concierge Quintessentially. No requiere experiencia previa ni conocimiento de regla alguna, sino ganas de darse el capricho y curiosidad por aprender las historias que el vino cuenta, para luego arrogarse el inmenso placer de disfrutarlas.

En su coche de campo, Roberto Vicente recoge de mañana a su huésped y juntos recorren los tres grandes terroires de la bodega, parando en sus viñedos y conociendo sus pequeñas historias. Un triángulo mágico en la Rioja Alavesa, entre Laguardia, El Villar y Páganos. A continuación viene la visita a bodega y la cata de sus vinos, mientras el aprendiz de enólogo se empapa de la historia del lugar y su gente, pueblos asentados hace 5.000 años, desde entonces dedicados a la agricultura y la viticultura. «La historia de Laguardia es realmente rica y está a la altura de los más grandes pueblos vinícolas, como Saint Emilion», cuenta el maestro.

A imagen y semejanza

Es el primero de los dos días que dura la experiencia enológica, y el huésped conocerá los secretos de la tierra sin darse cuenta de que su anfitrión, a su vez, está conociéndole a él a conciencia. No hay un código rígido ni unas preguntas establecidas para saber cómo es el gusto vinícola personal. Cuándo y cómo le gusta el vino, ¿entre comidas, en la comida?; afrutado o con sabor a madera; ligero o denso; dulce o áspero, y mil matices más. «Los enólogos hemos abusado mucho de un lenguaje complicado y el resultado ha sido que la gente se ha alejado de nosotros. Se trata de atraer y conocer la personalidad del cliente con cuestiones sencillas».

Dice que así, «con delicadeza», él va sacando el daguerrotipo de la persona y ésta se contagia de su pasión por el vino. «El secreto es respetar los gustos y ser valiente, no seguir las normas establecidas» (tipo: a la carne roja, tinto corpulento; al marisco, blanco afrutado, etcétera) «Pueden darse tantos vinos como gustos hay». El segundo día, le meterá en faena. Ya le conoce. Le hará catar a ciegas los mostos madurados en bodega y le planteará diferentes coupages hasta llegar al equilibrio ideal, según el paladar de su huésped. Cuenta con un número de variables cuya combinación es igual a «n»: la variedad ilimitada de gustos de las personas que a él se alleguen. La uva, 100% tempranillo, se ha seleccionado a mano y se ha transportado en pequeñas cestas hasta bodega, donde se ha vuelto a seleccionar; el mosto ha madurado entre 14 y 18 meses (depende de la naturaleza de la uva) en barricas de roble, donde «roble» es factor que multiplica a «n» por: a) su país y/o bosque procedencia (Hungría, América y Francia), en cuyo caso tenemos siete factores más dependiendo del bosque donde haya crecido el árbol; b) la proporción (siempre alta) de roble nuevo donde el caldo haya madurado.

Terminada la aventura, Roberto procederá a lo que él denomina «coupage a una escala mayor». Alumbra así las 24 botellas y los dos magnum que el autor, enólogo por dos días, recibirá en casa etiquetado como tal y con su correspondiente añada. También el envío se personaliza: sólo se hará cuando el cliente lo desee (la conservación en bodega supera siempre cualquier otra aclimatación), en bellos estuches de bambú tallado a mano que reproducen la cubierta del espectacular edificio de Ysios, rompiendo el cielo a imagen y semejanza de esa Sierra Cantabria que confiere la personalidad a sus vinos.

El precio total de la experiencia y las dos cajas con el vino personalizado Ysios es de 6.000 euros, e incluye la pertenencia a los exclusivos servicios concierge de Quintessentially durante un año.

Visto en expansion.com.