Se avecinan veladas con la familia política, fiestas elegantes y cenas de empresa, y conviene no beber alcohol como un animal del abrevadero. Estas pistas de protocolo te ayudarán.
Si tu formación enológica es como la de la mayoría y a la hora del brindis no pasas del «arriba, abajo, al centro y pa’ dentro», no dejarás de ser una bellísima persona, pero, rodeado de extraños, te costará relajarte y demostrarlo. A nadie sobra un poquito de saber estar, una pátina de elegancia, para que, además de ser perfecto en el interior, se note desde fuera, hasta con unas copitas de más.
En ‘The Daily Mail‘ han publicado unos consejos para ir por la vida con paso firme y derrochar elegancia sin gastarte un dineral en trajes. Al invitar a alguien a una copa en casa o al coger la copa de vino o de champán en una celebración formal, recuerda esta pequeña guía para beber alcohol de baja graduación sin ofender a los puristas e impresionando a los enteradillos.
Nos explican desde el tabloide británico que, te guste el vino tinto, el rosado o el blanco, llevas bebiéndolos mal toda la vida. Esto es lo que nunca hay que hacer según los sommeliers, aunque casi todo el mundo lo haga.
Beber champán de una copa de champán
El tradicional receptáculo alargado y fino para la bebida de burbujas distinguida por excelencia no es en realidad lo mejor, porque está diseñado para mantener las burbujas más tiempo, lo cual es bonito pero contraproducente para el paladar.
Lo mejor en boca (y en nariz) es poder dar vueltas a la bebida en su recipiente y disfrutar los aromas que emana al hacerlo, y para eso una copa alta y estrecha es la peor opción.
Servir a mala temperatura
¿El vino blanco se sirve recién sacado de la nevera y el tinto a temperatura ambiente? ¿Desde cuándo?
Estos expertos recomiendan que el blanco esté entre 10 y 15 grados, mientras que la OCU diferencia los blancos dulces, tipo moscatel o Pedro Ximénez (que hay que tomar a unos 8 grados), de los jóvenes secos (a unos 10) y de los fermentados en barrica (menos fríos, unos 12 grados). En cualquier caso nada de los 4 grados o menos que suele haber en el refrigerador.
En cuanto a los tintos, dicen desde el medio de Reino Unido que los tomemos a una temperatura algo inferior a la ambiente en verano, entre 15 y 21 grados, que en los meses más fríos nos suena casi a meterlo en el microondas (¡no lo hagas, por supuesto!). Desde la OCU cifran lo recomendado en 9 grados para el tinto joven, unos 10 para el rosado, 15 para los tintos crianza y 17 grados máximo, correspondiente a los reserva y gran reserva.
Un truco fácil de recordar y que viene bien consiste en meter los tintos en la nevera 20 minutos antes de abrirlos y hacer lo contrario con los blancos, sacarlos de la nevera unos 20 minutos antes.
Los vinos de burbujas, como el champán, deben almacenarse y servirse fríos, entre 4 y 10 grados según las dos fuentes.
Coger el vaso… por ahí
Una forma rápida de identificar a quien pone poco cuidado en sus gestos es ver cómo pone toda la mano (o peor, las dos) en el cáliz de la copa.
Esto parece lo más cómodo pero está muy feo y no es baladí: lo que hacemos así es calentar demasiado el caldo y dar al traste con el cuidado que hemos puesto en servirlo a la mejor temperatura para disfrutar de su sabor.
Lo mejor es, como ya dijimos en esta sección de El Confidencial, cogerlo por el fuste (el ‘tallo’ de la flor) con las yemas de los dedos, lo que además de respetar la temperatura evita las antiestéticas huellas de la opción manazas.
Si lo tomas directamente del tetrabrik, tranquilo, ahí el protocolo es mucho más flexible y si levantas el meñique igual te lo tiras encima.
Brindar mal
Entendemos que el primer instinto es ir a por la mayor espectacularidad posible. Agarro la copa bien fuerte y busco con la mirada a algún «contrincante» con el que montar un remedo de concierto de Año Nuevo en un plisplás. Que resuene como las campanas de los villancicos, un chinchín, un chimpón y en el peor de los casos un crash contra el suelo.
Mejor no, amigo o amiga. Pon un poco de cuidado y fíjate en que las copas choquen con suavidad y por un punto concreto: la parte inferior del cáliz. Si chocamos por la boca de la copa, es más probable que se rompan si vamos sobrados de entusiasmo.
No usar decantador
Sacamos la botella de la nevera y acto seguido suele ir directo a la copa. Mal. Además de quedar estupendamente en un escritorio de caoba, los decantadores cumplen la función de eliminar los sedimentos en los vinos añejos, que pueden dar mal sabor.
También conviene para los vinos más jóvenes, porque ayuda a airearlos, a oxigenarlos, abriendo sus aromas y evitando el regusto a cerrado o a cuero que pueden tener. Solo quitar el corcho un rato antes no siempre produce el mismo efecto, sobre todo en los vinos que han pasado mucho tiempo en botella tras su crianza.
Llenar las copas
Si eres un poco observador, aunque no hayas ido a ninguna cata ni cursillo de enología sabrás que las copas de vino no se llenan hasta arriba como si quisiéramos una experiencia al peso.
¿Sabes por qué se llenan a medias? Como con el decantador, se trata de dejar al vino respirar. Hazlo un poco por debajo de la mitad de la copa y será perfecto.
Remover demasiado
Una cosa es darle unas vueltas y otra marearlo, porque lo último oxidará el vino o el champán, amargando su sabor.
Evítalo especialmente en los vinos más viejos, porque pierden su bouquet más rápidamente al contacto con el aire. Decántalos solo antes de consumirlos y sin mover demasiado la botella. Recuerda dejar un dedo de líquido en ella, ahí estarán los sedimentos que queríamos separar.
Poco más. Disfruta de los vinos, del marisco, de los centros de mesa navideños y de tus seres queridos. Y no conduzcas.
Visto en elconfidencial.com. Por Raquel Márquez. Foto iStock.