Remírez de Ganuza 2013, un blanco fresquito

Un vino cremoso que tapiza la boca de armoniosa frescura

Remírez de Ganuza, tras la exitosa experiencia de R. Blanco, el blanco fermentado en roble, sube un peldaño más en su escalada hacia la cumbre. ¿Lo nuevo? Que el batonage (el proceso de removido de las lías en la barrica), que se hace tradicionalmente a mano, se realiza aquí mediante giro mecánico de las barricas nuevas de roble francés.

Este procedimiento evita el uso de bastones y el destaponado del receptáculo, lo que supone, aparte de un considerable ahorro de tiempo y esfuerzo, un trabajo de las lías finas más homogéneo, con alguna ganancia en untuosidad y estabilidad del vino. En realidad nada determinante en lo que a calidad final se refiere.

Otra cosa es la materia prima y el radical sistema de selección de los racimos. Para lo primero, Fernando Remírez de Ganuza, cuyo nivel de autoexigencia es conocido, cuenta con viñas de unos 60 años de antigüedad, vendimiadas meticulosamente a mano; vendimia que se refrigera a entre cuatro y seis grados centígrados en cámara frigorífica al llegar a la bodega. Para lo segundo emplea una mesa de selección de diseño propio donde es difícil que se escape un grano de uva en mal estado.

No es de extrañar que el vino regale una fragancia intensa y compleja, donde la fruta (melocotón, mango, granadillas), los cítricos y las hierbas aromáticas se colorean de notas especiadas y visten de elegantes tonos de madera. Cremoso, de trascurrir cadente, termina tapizando la boca de armoniosa frescura.

Visto en elpais.com