El negocio de las barricas de vino

La industria vitivinícola destina 90 millones de euros al año a renovar el parque de toneles.

Es uno de los negocios más poderosos en torno al mundo del vino. Las bodegas españolas pagan aproximadamente 90 millones de euros anuales por el mantenimiento de su parque de barricas. Algo esencial si quieren poner en sus etiquetas que tal vino es un crianza, un reserva o un gran reserva. Los grandes beneficiarios son, por un lado, los fabricantes españoles de barricas de roble americano; y por otro, y en mayor medida, los toneleros franceses que, ante el auge del negocio, han abierto en muchos casos delegaciones en España.

Cuando se visita una bodega, es habitual que el enólogo explique que tal vino se ha criado haciendo un coupage o mezcla de barricas, en las que un porcentaje pueden ser, por ejemplo, de la firma Taransaud, de Cadus u otras marcas. La mayoría hacen catas de firmas productoras francesas por ver cuál se adapta más a su tipo de vino. Se valora si la barrica es nueva o de uno o varios años de utilización; si su nivel de porosidad, para la necesaria micro oxigenación del vino durante su crianza, es mayor o menor; si la barrica está más tostada o menos; cuál es su composición tánica y aromática, para lo que se utilizan cromatógrafos.

Pero volvamos a las cifras concretas. Alex Simó, gerente de la riojana Bodegas Luis Alegre, aproxima los datos. «Sólo en Rioja, el parque de barricas se cifra en un millón y medio de unidades. Con una renovación del 10% anual, ya estamos hablando de 150.000 barricas nuevas cada temporada. El 75% será de roble americano y un 25% de roble francés. El resto de denominaciones de origen españolas que hacen crianzas, en conjunto representan la tercera parte de Rioja, es decir, disponen de unas 500.000 barricas aproximadamente». En estas otras zonas, sin embargo, se suele trabajar más el roble francés. El dato fundamental, sin embargo, radica en la diferencia de precios. Una barrica de roble francés nueva cuesta unos 600 euros la unidad, mientras que una de roble americano está entre 250 y 300 euros.

¿Es tal la diferencia de calidad que justifica este salto tan grande en el precio? Para Alex Simó, la diferencia está en los costes de la extracción de madera de estos árboles, que es mucho más complicada en el caso de los franceses. En primer lugar se utiliza el roble, que es poroso, suficientemente flexible –no como otras maderas más duras que se quebrarían al hacer las duelas de las barricas– y no transmite olores. Antiguamente, se utilizaba también el castaño, que sigue estando vigente para algunos vinos dulces o rancios.

La madera

Pero el roble es el rey. Los toneleros españoles trabajan con el roble americano, Quercus Alba, que crece abundante y alegre en Missouri, Kentucky, Virginia, los Montes Apalaches y los Ozark. El sistema es sencillo: se mete la sierra por donde se quiera, se hacen los grandes tablones y en barco se trasladan a las tonelerías españolas o a las bodegas que hacen sus propias barricas. Se dejan secar durante un año aproximadamente y luego se cortan las duelas con las que se hacen los toneles. Las mayoría de las firmas más importantes españolas se encuentran en Rioja, empezando por la histórica Magreñán, fundada en 1820, o Martín, Murua, Quercus.

El caso francés es distinto. En Europa, el roble base es el Quercus Sessilis y para sacar la madera hay que utilizar la técnica del hendido, mucho más cara, separando por capas. De un metro cúbico de roble francés se pueden sacar cuatro barricas; de la misma cantidad de americano, hasta nueve. Francia prácticamente monopoliza el roble europeo. Lo hay en Hungría, en Ucrania y en el Cáucaso, pero no en suficientes cantidades, aunque algunas bodegas están experimentando con ellos. Los franceses han demostrado ser los más listos y previsores. Sus bosques están en el Macizo Central, en las zonas de Nevers, Allier, Tronçais, y pertenecen al estado francés desde la época de Luis XIV. Su objetivo inicial fue tener madera suficiente para barcos y no depender de bosques privados con intereses privados.

Ahora, la tonelería es una de sus grandes riquezas. De los 4,5 millones de hectáreas que hay en el Macizo Central, 1,8 millones son propiedad del Estado; y los otros 2,7 dependen de las administraciones locales. Así, todo el roble que va para tonelería es propiedad del Estado. Un roble tarda unos 100 años en llegar a su madurez, aunque las mejores firmas buscan maderas de 150 años y Francia sigue plantando continuamente.

Un negocio con futuro

De todos los elementos que rodean al vino (vidrio, tapones, prensas y depósitos de fermentación), la barrica es el más caro porque requiere renovación continua. Hace algunos años, algunas bodegas –de culto– elaboraban únicamente sus mejores vinos con barricas nuevas. Las modernas tendencias en el gusto del vino –se buscan más frescos– hacen que los toneles de uno, dos o tres años se utilicen más, lo que es un alivio en tiempos de crisis. De todas maneras, el negocio de la tonelería es próspero y no sólo para los franceses. Según los datos del sector, una tonelería que hace 5.000 unidades de barricas de roble americano al año es perfectamente viable. Sólo Rioja reclama más de 100.000 al año.

Visto en expansion.com.