Vino a la carta con ‘nariz de oro’

El sumiller del Museo del Vino de Mijas, Aurelio Molina, gana el taller de enología en el que reunió a veinte profesionales de la cata.

Azpilicueta reta a veinte sumilleres a elaborar su propio ‘coupage’.

A valorar el cocido se aprende vistiendo delantal y poniéndose delante del fogón, que es donde se conoce el percal desde el origen. Y a entender el vino, ejerciendo de alquimistas con pipeta y vaso de mezclas, asumieron ayer veinte sumilleres del país invitados por Bodegas Azpilicueta a probar fortuna con ocho muestras de vino de diferente variedad, intensidad, color y aroma para buscar el mejor ensamblaje posible con el ‘coupage’ de todo lo que se les puso por delante.

Día de cocinillas, en fin, para quienes tienen por oficio aconsejar los vinos que mejor encajan con el menú elegidos en los restaurantes de prestigio. Y de reto, obligados como estaban a superarse a sí mismos, a su capacidad de descripción e integración organoléptica, que no es lo mismo predicar que dar trigo.

En la lista de ‘comprometidos’, los finalistas del Concurso Nariz de Oro que distingue al mejor de todos los que se mueven en ese complejo oficio. Desde José Joaquín Cortés, del restaurante Modesto de Sevilla, hasta Olalla Elorriaga, de La Granja de Las Arenas (Vizcaya); Rubén Palomares, de Makro Alcorcón (Madrid); Eva Díez, de In Vino Veritas de Burgos; Ignacio San Juan, de la enoteca Emele de Madrid; Francisco Beltrán, de Makro Castellón; Jon Andoni Rementería, del restaurante Remenetxe de Muxika (Vizcaya); Enric Catalá, de Taca di VI de Barcelona; Álvaro Toballina, de Andere de Vitoria; Fernando Mayoral, de El Rincón de España de Burgos; Sancho Adam, de la vinoteca Desde Mi Copa de Fuengirola (Málaga); Miguel Ángel Garri, del Frisone de Elche (Alicante); Carlos Puñet, de La Trattoría Cosí de Barcelona; Elisa Barroso, de La Vinacoteca de Barcelona; Aurelio Molina, de Museo Vino de Mijas (Málaga); Francisco Miguel Terol, del Davis de Alicante; Aurelio Vázquez, de Casa Aurelio de La Coruña; Aitor Paul, de la vinoteca Lavinia de Madrid; y Arnau Estrader, de la vinoteca Ánima de Zarautz (Guipúzcoa), un plantel de lujo que abordó la faena después de acercarse a los viñedos de Campo Viejo, a los entresijos de la imponente bodega levantada sobre las lomas que miran a la capital riojana y al valle alavés, y a los planteamientos básicos expuestos antes de meterse en el fregado por Elena Adell, responsable técnica de la firma logroñesa, perteneciente al grupo Domecq.

Fusión de fruta y madera

Ninguno consiguió, en opinión del jurado integrado por profesionales de la disección organoléptica del vino, una fusión tan redonda como la elaborada por Aurelio Molina, sumiller de la enoteca Museo del Vino de Mijas, que acabó obteniendo el premio que le disputaban sus colegas. El tribunal consideraba que la propuesta del ayer ‘enólogo’ a tiempo parcial reflejaba «en su ensamblaje el espíritu de Azpilicueta, al lograr un sabor perfectamente equilibrado de madera y fruta, y ser muy suave y aterciopelado en boca».

Y en consecuencia reconoció en el acta que recogía sus consideraciones los méritos que le otorgan todo el derecho a recibir, precisamente, una edición limitada de su propio vino, así como al resto de quienes por unas horas se convirtieron en sus rivales sobre la mesa de mezclas un diploma que acredita su asistencia a «un evento que, año tras año, enriquece la agenda profesional de los mejores sumilleres del país» y deja clara la valentía con la que asumieron el reto de estar, por un día, al otro lado.

Visto en elcorreo.com.