La ‘maison’ francesa lanza una edición de Oenothèque Rosé 1992, a 900 euros la botella en España.
Hablar de Dom Pérignon es hablar de mucho más que de champán. Es una leyenda, un icono indiscutible del lujo. Es adentrarse en una filosofía de vida, donde el reloj se detiene, en un viaje a otra manera de entender las formas de trabajo, donde lo artesanal prima sobre cualquier innovación. El cuartel general de la maison, que pertenece a Moët & Chandon, se encuentra en la región de Champagne, en Épernay (Francia), a escasos kilómetros de la abadía de Hautvillers, donde vivió y donde descansan los restos de Dom Pierre Pérignon, el monje benedictino que, según la leyenda, a pesar de estar ciego, fue el descubridor de los vinos espumosos y vivió con la obsesión de llegar a elaborar el mejor vino del mundo. Prueba de que el largo plazo es una de las premisas sobre las que se sostiene esta casa lo prueba el hecho de que la primera cosecha de Dom Pérignon data de 1921 pero fue puesta a la venta en 1936.
Dom Pérignon acaba de poner a la venta la edición de Oenothèque Rosé 1992, con 20 años de envejecimiento. De esta colección solo cinco botellas viajarán a España a un precio de 900 euros. Este champán, calificado como obra de arte, presenta un color rosa cobrizo con reflejos coral. En nariz recoge notas de hierbas secas, con inflexiones tostadas, ahumadas y de cacao. En boca, su intensidad se afirma progresivamente y se intensifica para sostener la nota penetrante de savia.
Precisamente, 1992 fue una cosecha en la que se dieron las condiciones idóneas para el champán, después de tres años de heladas primaverales. La floración duró hasta mediados de junio. El verano fue cálido y se caracterizó por varias tormentas aisladas. La madurez resultó óptima y la calidad de los mostos fue de gran finura. Se trata, según el enólogo de la firma y uno de sus creadores, Vincent Chaperon, del producto más exclusivo de Dom Pérignon, su «joya de la corona», ya que a lo largo de su historia tan solo existen dos añadas rosé de este tipo, la de 1990 y la que ahora ve la luz. Durante dos décadas, este champán ha descansado en las bodegas de Moët & Chandon, una de las más antiguas de Europa, en un laberinto subterráneo de más de 30 kilómetros de recorrido.
Las botellas reposan perfectamente ordenadas, a oscuras y en silencio, madurando en contacto con las levaduras que proporcionan aromas y ese punto sedoso tan característico de Dom Pérignon. El champán es elaborado con uva pinot noir y chardonnay, y no todas llegan a salir al mercado con la prestigiosa etiqueta. «Solo lo hacemos cuando realmente la calidad es excelente», recuerda Chaperon. De hecho, en las últimas décadas se han lanzado solo siete añadas sobre diez. Una de ellas, según afirman en la maison la mejor que se ha dado en el champán, fue la de 1996, un año lleno de contrastes, con un verano cambiante, idóneo para la elaboración de uno de los grandes tesoros de la firma francesa.