[Fuente: elcomerciodigital.com]
Vicente Mesas comenzó a coleccionar etiquetas de botellas de vino hace unos veinte años y ya cuenta con un catálogo de más de 15.200 ejemplares. Masía de Calabarra, Finca Antigua, Vidal, Señorío de la Serna, Montegaredo son sólo algunas de las más de 1.600 bodegas que nutren su colección. Pero el interés por todo lo relacionado con el vino va mucho más allá. En una de las habitaciones de su piso de La Calzada, Vicente construyó hace años una pequeña bodega en la que además, de reservas y grandes reservas, atesora atlas etnográficos, curiosos sacacorchos, azulejos refraneros e incluso lámparas con forma de viñedo. Entre sus joyas cuenta con una botella ‘Milenario’ del año 1795 y otra firmada por Dalí. Aunque la que guarda con más celo es una de su abuelo. Y es que la afición de Vicente viene de familia: sus abuelos tenían bodegas, sus padres tenían bodegas y él no iba a ser menos.
Este vecino de La Calzada nació en San Clemente, Cuenca, pero se siente «asturiano por los cuatro costados». De hecho, piensa comenzar una nueva colección de etiquetas de botellas de sidra. «Será más fácil al vivir en Asturias», confiesa. Quizá en esta nueva afición tenga mucho que ver su actual pareja, que es dueña de una sidrería. Ella y su hija le ayudan en la complicada tarea de archivar los cientos de marcas que posee. Su hija se encargó incluso de diseñarle una página web, aunque él reconoce que no utiliza mucho la red de redes. «Una etiqueta impresa no tiene valor, tiene que ser de verdad», explica.
La mayor parte de las marcas que colecciona procede de las propias bodegas.Vicente Mesas pide a los Consejos Reguladores de Denominación de Origen una relación de todas las casas de vino del país y luego se pone en contacto con ellas por carta para pedirles las etiquetas. Reconoce que hay empresas más atentas y generosas que otras, aunque subraya que para él «tiene el mismo valor una bodega que manda una etiqueta como otra que manda 300».
Otra parte de su archivo procede de intercambios con coleccionistas que conoció a través de distintas asociaciones. «Entre nosotros no nos cobramos», asegura. Y tampoco suelen hacerlo las bodegas, aunque alguna lo ha intentado.
Vicente se refugia en su pequeño santuario para poner al día su fichero siempre que tiene un momento. Ignora el valor económico de su colección, pero conoce muy bien su valor sentimental: «Es incalculable», dice. Como incalculables son las horas que este vecino de La Calzada ha pasado ordenando y clasificando etiquetas. Irónicamente, su médico le tiene prohibido probar el alcohol. Una lástima, porque el 90% de su excelente bodega «está en perfectas condiciones». Eso sí, el día que las abra no las mezclará con coca-cola. No tiene nada en contra del calimocho, pero cree que mezclar un buen vino con gaseosa es un crimen. «Aunque para gustos están los colores».