El gigante asiático se ha convertido en el mayor consumidor de tinto del mundo
Hace ya unos 10 años que todas las campanas se lanzaron al vuelo. La República Popular China es el gran mercado de futuro para el vino, se decía. A la vez se daban datos y se hacían unas cuentas rápidas y fáciles. Son 1.350 millones de habitantes, entre los que ha surgido una poderosa burguesía millonaria, tanto en número de nuevos ricos como en dólares en su bolsillo, dispuestos a disfrutar de los lujos occidentales, entre los que se encuentra el vino de alta calidad. Los franceses, australianos y chilenos se nos están adelantando y no podemos dejar pasar la oportunidad.
La llamada cundió y la inmensa mayoría de nuestras bodegas se lanzaron a tantear, explorar o se tiraron de cabeza al mercado chino. Ha pasado el tiempo y ahora las cosas no parecen tan sencillas, y muchas bodegas han dejado China en segunda instancia, e invierten en intentar vender en Estados Unidos o en los tradicionales pero sólidos mercados europeos. ¿Era un cuento chino? Relativamente. El mercado está ahí, pero necesitará tiempo para evolucionar positivamente porque la cultura vinícola china está en pañales. Un reciente informe presentado por Vinexpo, la principal institución ferial vinícola del mundo, que precisamente monta una feria en Hong Kong este año, comenta que China, incluida la excolonia británica, es la primera consumidora de vino tinto del mundo. Probablemente sea una información interesada, y de blancos no dice nada; aunque en la letra pequeña se incluye que el 80% del vino que consumen lo elaboran ellos para sí mismos.
«El chino es un gran bebedor de alcohol», comenta Fernando de Góngora, consultor de desarrollo de negocio en China, pero lo que siempre ha funcionado en su dieta es el licor de arroz de 52º. «Del vino no tenían ni idea hasta hace unos 15 o 20 años en que empresarios e industriales, las nuevas grandes fortunas, comenzaron a ver en este producto un motivo de estatus, de prestigio social, de sofisticación». Ahora, las incipientes clases medias han seguido a las poderosas y también han entrado en el vino, pero a precios mucho más baratos. El Estado lo estimula como un sistema de bajar los grados del alcohol que consumen, pero eso no quiere decir que se dediquen a importar, ya que si va a crecer el consumo de vino, lo elaborarán fundamentalmente ellos.
«El vino que hacen en China es realmente malo», comenta Mónica Muñoz, directora de la revista Mercados del Vino y la Distribución, y al frente de Spanish Gastronomy Trade, una firma para el impulso de vinos y productos gastronómicos españoles en China. «No tienen ni idea, prueban los vinos en vasos de cristal gordo como los antiguos chatos y les da lo mismo porque prácticamente no entienden. Sin embargo, para ellos hay un nombre mítico, que es Francia».
Tiene sentido. Al no tener ninguna cultura vinícola ni costumbre ni tradición en el consumo de vino, se basan en la fama y prestigio internacional ganada por los franceses con el paso de los últimos 200 años. Muy aficionados al regalo y las celebraciones, siempre ha sido típico que alguien adquiera una botella de un vino caro francés que utiliza como regalo para otro alguien, que a la vez se lo regalaba a otro, y así sucesivamente hasta que la botella se rompía o la etiqueta se despeluchaba, o por fin se la bebía alguno.
El reto para los españoles
En estas condiciones, a las bodegas españolas les está resultando muy complicado entrar en el mercado chino. «En primer lugar, no existe marca país, y menos en vinos», analiza Mónica Muñoz. «Luego, nuestras empresas en su inmensa mayoría, son pequeñas y necesitan mucha inversión y mucha paciencia. En ferias se encuentran con distribuidores dispuestos a comprarles, pero que no están profesionalizados, lo mismo es un distribuidor de zapatos o un taxista que ha hecho dinero y ha decidido meterse a esto. Al año siguiente, si no les ha ido bien lo dejan, y se acabó el contacto; y si no les ha ido mal, igual se van con otros por un precio algo menor y su fidelidad es nula. La única solución para nuestras firmas es ir en grupo creando plataformas de exportación. En cuanto a nuestras grandes empresas, a firmas como Félix Solís y desde luego a Torres, que lleva muchísimos años en el país, les está yendo bien».
Muñoz y De Góngora coinciden en que el chino está obsesionado por controlar su mercado y que el negocio sea suyo, y que por ahí hay que pasar indefectiblemente.
Por otra parte, este año ha bajado mucho el consumo de vino en el país, desde que las autoridades chinas han puesto freno a la política de regalos en masa, a los que son muy aficionados, porque veían en ella una posible forma de corrupción. En definitiva: mercado lejano, infiel, al que hay que acudir en grupo y con mucha paciencia. Por lo visto, El Dorado se acabó tras la conquista de América.
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Fotografía: EFE