Vinos que maduran en las profundidades marinas. Es un nuevo experimento traído desde Chile a una cala de la Costa Brava. Y permite, además, practicar ‘buceo enológico’, esto es, descender al fondo, abrir el cofre y extraer una botella para degustarla en la superficie.
De tesoros ocultos en el fondo del mar, de baúles cargados de doblones de oro y collares de perlas y caudalosas joyas de civilizaciones pasadas, se nutren las historias de piratas y bucaneros, siempre al acecho de un galeón sumergido. Pero lo que nunca refieren estas historias es la presencia en las profundidades de un extraño tipo de botín… Un botín enológico.
En la cala Llevadó, un rincón privilegiado de la Costa Brava, el mar esconde vino. Nada menos que 400 botellas resguardadas en diez cofres de madera como los de antaño, con su correspondiente candado. Vino que está completando su proceso de maduración bajo las aguas y que brinda, además, a los amantes del submarinismo una experiencia lúdicogastronómica: descender a las profundidades, abrir el cofre y extraer el preciado tesoro para degustarlo en la superficie.
La iniciativa tiene su origen en Chile, donde la bodega Viña Casanueva desarrolló un curioso experimento: el de madurar su vino embotellado en el fondo del Pacífico (a 20 metros de profundidad) durante un periodo de un año para el tinto y de seis meses para el blanco. El resultado sorprendió a los expertos: un excelente caldo al que llamaron Cavas Submarinas, con unas características peculiares: un mayor nivel carbónico y un interesante toque marino.
En la cala Llevadó, la empresa exportadora Terramar ha puesto en marcha una práctica que va todavía más lejos: la de sumergir después en nuestro mar estas botellas ya maduradas en el Pacífico para que, durante un mes y medio, el vino se enriquezca con las propiedades del Mediterráneo. Y también la de organizar inmersiones (tanto para para inexpertos como para profesionales) en las que, de la mano de un instructor de buceo, se desciende al fondo del mar para adquirir una de estas botellas de Cavas Submarinas.
Características peculiares
Cuenta Carlos Lalueza, gerente de Terramar, que es la temperatura constante de las aguas (10 o 12º más baja que en una bodega convencional), su luminosidad, su presión y su movimiento causado por las corrientes lo que convierte a estos vinos en más minerales -de hecho tiran al cava-, más aromáticos y con menos sensación de aspereza en la lengua.
Lo saben quienes se han aventurado ya a la búsqueda de estas botellas, que contienen vino de dos clases: un blanco de uva Muscat y Chardonnay y un reserva de Pinor Noir con uva Carmenère originaria de Burdeos. Botellas con un tapón sintético -ya que el de corcho permitiría que se filtrara el agua- y que, para evitar tentaciones, reposan el lugares secretos de las profundidades, fuera de las rutas habituales de los submarinistas.
Por ello, las inmersiones que se organizan a través del club de Buceo Cala Llevadó Watersports resultan doblemente interesantes: a la belleza de los fondos marinos propios de la Costa Brava, que se disfrutan durante 30 minutos -previa sesión informativa para los que realizan un bautismo- se une la recompensa final. Los principiantes descenderán a 8 metros; los expertos, a 18, las dos profundidades a las que reposan los cofres.
Después, ya en tierra, uno elige si desea beberse el vino in situ, en esa encantadora cala escondida entre rocas y pinos, y sobre las mesas de madera del Beach Club, un restaurante a pie de playa repleto de gente joven y amenizado en las noches por el grupo de música No somos ná. O por el contrario, si se prefiere llevarlo a casa, guardarlo y mantenerlo para siempre como un tesoro arrancado al mar.