Las cosechas de uva y la producción de vino se suceden todas las temporadas. Cada una de ellas está separada por un punto y aparte, nunca por un punto y final. Por esa razón, la bodega La Vinyeta decidió ponerle Puntiapart a uno de sus vinos. Para diseñar su etiqueta recurrieron a Senyor Estudi, que volcó esa idea de ciclo sinfín en un zoótropo animado que no se acaba nunca.
«El propietario de La Vinyeta todavía estaba terminando sus estudios de enología cuando le surgió la oportunidad de comprar un par de viñas viejas», explica Lluís Serra, de Senyor Estudi. «El proyecto empezaba de cero porque no había historia, ni tradición familiar y creímos bueno transmitirlo honestamente en todos los ámbitos, desde los nombres de los vinos, hasta la estética de las botellas».
A la bodega, por ejemplo, la llamaron La Vinyeta, porque una vinyeta, además de un viñedo pequeño, es también un fragmento de una historia más grande.
«De esta forma, los vinos se estructuran como partes de un relato con inicio, desarrollo y desenlace», explica Serra. «Heus («érase una vez», en catalán), da nombre a los vinos más jóvenes y desenfadados; («entonces») a los vinos de media crianza; y finalmente el Puntiapart («punto y aparte»), que es el vino más elaborado, con una crianza de doce meses cierra el ciclo».
Respetando esos conceptos, se decidió que el diseño de cada etiqueta fuera diferente y no guardase relación ente sí. En el de Heus destacan diferentes tipos de asteriscos, en Llavors los protagonistas son fondos sacados de periódicos y Puntiapart incluye unas ilustraciones que conforman una pequeña pieza cinematográfica.
«Buscábamos la forma de contar esa historia sinfín, pues la creación de vinos de la bodega no terminaba aquí. Es sólo el final de una línea. La solución la encontramos en los antiguos zoótropos y aprovechamos de la forma cilíndrica de la botella para convertirla en un zoótropo real, en el que se podía animar sus secuencias rotando la botella», comenta Lluís Serra.
Cada ilustración también tiene una relación directa con el funcionamiento de la bodega. «El tándem es el trabajo en equipo; el asno, el empeño y terquedad; la mujer bailando, la picardía; la luna, el respeto por los ciclos naturales… y así con cada una de ellas», detalla Serra.
En la actualidad ya se han embotellado nueve cosechas de Puntiapart. Dos de los dibujos de esas etiquetas han sido realizados por Lluís Serra y los otros siete por Marta Altés, ilustradora que había coincidido con Serra cuando ambos estudiaban diseño gráfico en la escuela Eina de Barcelona.
«Él hizo las primeras ilustraciones y, cuando llegó el momento de hacer las siguientes, me pasó el brief, y yo me lancé de cabeza», comenta Altés. «Por esa época, yo todavía trabajaba como diseñadora gráfica, pero mi intención era dedicarme más y más a la ilustración. Aunque el diseño estaba cerrado, me dieron libertad absoluta para ilustrar la secuencia que yo quisiera».
A pesar de la ilusión provocada por poder desarrollar un encargo de ilustración, Marta Altés reconoce que «al principio tenía un poco de miedo». No era para menos. A diferencia de otros trabajos de ilustración, Puntiapart necesitaba diferentes imágenes que, además de resultar atractivas en la etiqueta, fueran capaces de generar la sensación de movimiento, todo ello, en un espacio tan atípico como una botella de vino.
«Para hacerlas tuve que estudiar el funcionamiento de los zoótropos, hacer muchas pruebas y dibujar mucho. El caso del tándem fue especialmente divertido. Dibujar a alguien en una bici me parece de las cosas más difíciles que hay, así que ¡tuve que pedirle a un amigo del estudio que posara para mí!», recuerda Altés entre risas.
Por los testimonios de los implicados, Puntiapart ha sido un proyecto muy agradecido para todos los que han intervenido en él. Sin embargo, con lo que no contaba ninguno de ellos es que Puntiapart trascendiera el mundo del vino, los restaurantes y la gastronomía, para entrar en un museo, concretamente, el Museu del Joguet de Catalunya.
«Josep Maria Joan Rosa, el propietario del museo, quiso adaptar las secuencias de las etiquetas para montarlas en uno de sus zoótropos», explica Serra. «Tuvimos que rehacerlas para que el fondo fuera blanco, pero el resultado fue sorprendente».
Con apenas una década de vida, la historia de Puntiapart como vino no ha hecho más que empezar. «Además, llamándose así es impensable un punto y final», razona Serra. «Se sigue produciendo el vino y cambiando la ilustración de su etiqueta con cada cosecha. Tiene cuerda para rato».
Visto en yorokobu.es. Por Eduardo Bravo.