[Fuente: terra.es]
Pequeñas dosis de una enzima presente en el vino tinto pueden contribuir a retrasar el envejecimiento y a proteger el corazón, según un estudio de la Universidad de Wisconsin.
Durante mucho tiempo, los científicos se han preguntado cómo es que los franceses, españoles e italianos tienen una mejor salud cardiovascular que los estadounidenses, cuando al otro lado del Atlántico la dieta incluye comidas con alto contenido de grasas.
La respuesta, según el estudio, radica en el resveratrol, un activador de una familia de enzimas llamadas sirtuinas, que es un componente natural de las uvas, las granadas, el vino tinto y otros alimentos.
El artículo sostiene que dosis bajas de resveratrol en la dieta de ratones de edad mediana tienen una amplia influencia en los mecanismos genéticos del envejecimiento y pueden conferir una protección especial al corazón.
Específicamente los investigadores encontraron que el resveratrol imita los efectos de lo que se conoce como restricción calórica, esto es las dietas con un 20 a 30 por ciento menos calorías que la dieta típica.
Numerosos estudios han determinado que este tipo de dietas prolonga la vida y aminora los efectos del envejecimiento.
‘Esto acerca la dosis de resveratrol al nivel del consumo real’, indicó el autor principal del artículo, Richard Weindruch, profesor de medicina en la Universidad de Wisconsin e investigador en el Hospital William S. Middleton Memorial para Veteranos.
Otros estudios anteriores habían mostrado que una dosis elevada de resveratrol extiende la vida en invertebrados y previene la mortalidad temprana en ratones a los que se administró una dieta con elevado contenido de grasas.
El nuevo estudio, en el cual trabajaron investigadores de universidades y de la industria vinícola, extiende esas conclusiones y muestra que el resveratrol, en dosis bajas y a partir de la edad mediana, puede proporcionar muchos de los beneficios atribuidos a las dietas de reducción calórica.
‘El resveratrol es activo en dosis mucho más bajas que lo pensado, e imita una fracción significativa de la restricción calórica a nivel de expresión genética’, señaló Tomás Prolla, profesor de genética en la UW, y autor principal del estudio.