[Fuente: heraldo.es]
Las botellas de vino que llegan actualmente al mercado sustituyen cada vez más los tradicionales corchos naturales por tapones sintéticos de llamativos colores e, incluso, por otros de rosca, que hasta ahora eran utilizados solamente en botellas de licores y aguardientes.
La pasada Nochebuena, un tapón de corcho volvió a jugarme una mala pasada. Había guardado, como oro en paño desde hace varios años, una de las botellas protagonistas de la anhelada cena familiar en mi ciudad natal. Era un tinto crianza de la tierra que debía acompañar unos imponentes chuletones de buey a la brasa. Nada más descorcharla, hicieron acto de presencia los efluvios más indeseados en cualquier botella de vino, pero sobre todo en esta de colección: tenía corcho, como se suele decir entre los aficionados y entendidos. Es ese olor a humedad que echa a perder el vino por culpa de unos componenentes volátiles que tienen su origen en el tapón de corcho. Normalmente, el causante es el 2, 4, 6-tricloroanisol (TCA), que se genera por vía microbiana. La cuestión es que ninguna bodega está libre de este problema, que se calcula que afecta, como mínimo, al 4% de las botellas que están en el mercado.
Si la botella hubiese salido de la bodega con un tapón sintético, podríamos haber disfrutado del vino con toda su intensidad. Aunque, claro, la liturgia no habría sido la misma, con su descorchado, con su examen visual y olfativo del tapón… Ya, pero el vino estaba imbebible, que al final es lo que cuenta, por mucho que luego te reembolsen el valor de la botella en la tienda de vinos o en la bodega.
«Si de lo que se trata es de que el vino llegue al consumidor en las mismas condiciones en que se embotelló, lo mejor es el tapón sintético», afirma Jesús Navascués, uno de los enólogos más experimentados de Aragón y precursor de la utilización de tapones sintéticos en esta Comunidad. «Empezamos a utilizarlos hace ya por los menos veinte años en Bodegas Pirineos -recuerda-, en vinos destinados a la exportación, sobre todo a países que no son elaboradores y para consumidores a los que lo único que les importa es poder disfrutar de una botella cuando la abren un viernes por la noche, en la cena con su pareja o con un grupo de amigos». «Para un enólogo -añade-, eso es una gran tranquilidad, saber que el vino va a estar por lo menos igual que cuando se embotelló». Por ello, los vinos de Bodegas Añadas, de Cariñena, con las que trabaja actualmente, salen de la bodega con tapones sintéticos. Casi todos, los jóvenes y los de corta y media crianza, llevan estos tapones, de llamativos colores y con los artísticos diseños que caracterizan a los Care. Solo el XCLNT, el reserva de la casa, sigue llevando un tapón de corcho de la mejor calidad posible.
Para los bodegueros, el atractivo es también económico, ya que el tapón de silicona es más barato y garantiza que no va a haber devoluciones por causa del corcho. «Si de lo que se trata es de que un tapón cumpla la función de mantener el vino estanco en una botella, qué más da que sea sintético o de corcho natural. Si encima tenemos la garantía de que el vino no se va a estropear, la elección está clara», argumenta Miguel Ruz, copropietario de Bodegas Ruberte, de la D. O. Campo de Borja, que utiliza tapones sintéticos en todos sus vinos, excepto en los reserva. «Los primeros que utilizamos intentaban imitar a los de corcho natural, pero fue un error, los de silicona son como son y ya se aceptan en todo el mundo», dice Ruz, que también los utiliza en sus bodegas Montesa (Somontano) y en Vega Eliane, ubicada en Valle Colchuaga (Chile). De esta última salen también vinos blancos y tintos jóvenes con tapón de rosca, otra alternativa al corcho en el actual y complicado mercado mundial del vino, en el que el tapón tradicional cada vez lo tiene más difícil. La rosca tiene algunas ventajas muy claras, sobre todo para los nuevos consumidores, menos preocupados por ceremonias un tanto caducas: se abre muy fácilmente, sin necesidad de sacacorchos, simplemente girándola. Además, el vino sobrante se guarda en la misma botella enroscando de nuevo la cápsula.
De todas formas, no es fácil que el corcho llegue a desaparecer y lo más probable es que convivan los tres tapones y alguno más, como el vino-lok, un tapón de cristal que ya se utiliza en vinos alemanes y austríacos. Jesús Navascués calcula que, como mucho, el corcho natural seguirá utilizándose en alrededor de la mitad de las botellas de vino que se comercializan por todo el planeta. De la misma opinión es Pepe Puyuelo, presidente de la Asociación de Sumilleres de Aragón y encargado de la bodega del restaurante La Matilde, una de las mejor surtidas de Aragón y de buena parte del territorio español: «Coexistirán todos los tapones durante bastante tiempo, pues las alternativas al corcho se van imponiendo en los vinos sin crianza, ya sean tintos o blancos, pero es difícil desbancar al corcho en los grandes vinos del mundo», aventura este experto, quien señala, además, que los fabricantes de corcho están investigando mucho para mejorar la calidad de este cierre y evitar los problemas actuales.
Como profesional encargado del descorche de los vinos, a Puyuelo no le parece mal que se utilicen los tapones sintéticos, los de rosca o, incluso, los de cristal, ya que es el signo de los nuevos tiempos. En eso coincide con Miguel Ruz, para quien los avances técnicos, al final, se acaban imponiendo, aunque encuentren mucha resistencia. No todo el mundo piensa igual. Manolo Bona, experto vendedor de vino del bar El Fútbol, aplaude la sustitución del corcho por los sintéticos en vinos jóvenes, pero rechaza el sistema de la rosca porque le parece un cierre inapropiado para un buen vino y porque cree que el aluminio puede perjudicar, a la larga, el contenido de la botella.