Llega con los dientes y la lengua negros porque está en pleno proceso de prueba en la Bodega Emina, un complejo ubicado en Valbuena del Duero (Valladolid), la milla de oro de la Ribera del Duero. El enólogo francés Claude Gros (Perpiñán, 1963) no pierde el tiempo: en una jornada puede llegar a catar hasta 200 vinos.
Gros, creador en su propia bodega de Languedoc del Clos des Truffiers, un vino que alcanzó los 100 puntos en la prestigiosa lista de Robert Parker en 2001, también asesora al grupo Matarromera desde hace 15 años. “Lo que estamos haciendo es mantener la filosofía del vino de autor pero utilizando un proceso tecnológico con todo el rigor industrial y con las mejores herramientas posibles”, aclara. Gros apoya al equipo que dirige el ingeniero agrónomo Carlos Moro, fundador y propietario de Matarromera, para conseguir nuevos adeptos al vino. “La juventud quiere más fruta, vinos más fáciles de beber; así que nuestra propuesta es ofrecerles eso pero en un producto con más complejidad, con volumen y con cuerpo”. Demanda que, en opinión del enólogo, se produce también en Francia y en Estados Unidos.
“Menos madera, más uva, menos alcohol y una buena madurez de los frutos que aporta menos sensación de dulzor y más de volumen, con una buena longitud en boca. Esto es lo que yo llamo la cuadratura del círculo”, aclara para definir los nuevos vinos que salen de Emina, una bodega construida en 2004 con una tecnología totalmente sostenible. El nombre lo tomó prestado del vecino Monasterio de Santa María de Valbuena, en el que desde el siglo XII los monjes del Císter estaban autorizados a tomar una hemina de vino al día, unos 250 mililitros.
Claude Gros está convencido de que “no hay malas variedades, sino malos productores y malos enólogos” y de que lo más importante para hacer un buen vino es “conocer la viña, escucharla”. Aunque, por otra parte, añade: “La tecnología ayuda a mejorar el vino cuando tenemos una cosecha difícil, cuando se da una añada perfecta, la uva no necesita nada”.
“La investigación es muy importante en este negocio y Matarromera invierte mucho en desarrollar nuevos proyectos, fue la primera en lanzar al mercado un vino sin alcohol, una tecnología que hemos patentado e importamos”, aclara Carlos Moro.
“No se producen suficientes vinos de alta y media gama para abastecer la demanda internacional del mercado que, aunque en Europa ha bajado, en general está subiendo. Tenemos un potencial extraordinario y capacidad para aumentar la producción, solo hay que seguir trabajando”, concluye Gros.