El presidente John Adams “bebía todos los días un sorbo en el desayuno”, presume el productor Chuck Shelton: la sidra, la bebida favorita de los “padres fundadores”, durante un tiempo olvidada, vuelve y hace su gran retorno a las mesas estadounidenses.
En Ripple, un restaurante de moda en Washington, el responsable del bar, Josh Berner, no tiene dudas: cada vez más clientes se inclinan por la lista de sidras.
“Es cada vez más popular”, señala, “hace dos años, la gente hubiera despreciado la sidra, hoy hace furor”, añade.
“La sidra está renaciendo”, afirma Chuck Shelton, de 50 años y originario de North Garden en Virginia, a 200 kilómetros al sudeste de Washington, cuya prensa de sidra está rodeada de un vasto huerto plantado con 1.500 árboles frutales con unas 200 variedades de manzanas.
Shelton instaló en 2008 la segunda sidrería artesanal en este estado. Actualmente existen ocho. Su primera cosecha de “sidra dura” – un término utilizado para diferenciar a esta bebida de la sidra sin alcohol, muy popular en EStados Unidos- produjo 10.000 botellas. Tres años más tarde vendía 36.000.
El éxito de su sidreria familiar Albemarle Cideworks refleja una tendencia cada vez más firme en Estados Unidos, un país de cerveza, donde la sidra, muy consumida por los primeros colonos venidos de Europa, ha vuelto de forma contundente.
Según la publicación especializada Shanken News Daily, el mercado de la sidra, aún siendo un “nicho” en comparación con la cerveza o el vino, registra un “crecimiento estridente” con un alza de 23% en 2011, hasta alcanzar los 70 millones de botellas. La empresa del sector USA Cider Market Insight prevé una progresión de un 30% en 2012.
“Hay más sidrerías como la nuestra”, estima Shelton, en los estados productores de manzanas que se extienden a lo largo de la costa este de Estados Unidos o en el norte de la costa oeste.
La sidra – “una bebida refrescante, agradable para beber en verano, que va bien con la comida” se jacta Chuck Shelton – se beneficia de otro argumento adicional para seducir, según el productor: “tiene una importante parte de historia, es la bebida que tomaban nuestros ancestros, eso le da clase”.
John Adams, que se daba el lujo de tomar sidra con cada comida, debería estarle agradecido por su longevidad, según dice la leyenda en torno al segundo presidente estadounidense, muerto en 1826 a los 90 años, una edad rara en aquella época.
El horticultor fabrica la sidra vendida en el área vecina de Monticello, la bella morada donde vivía y fue enterrado Thomas Jefferson, el tercer presidente estadounidense y otro “padre fundador”, autor de la declaración de Independencia.
“Asociamos más a Jefferson al vino”, el presidente considerado como el primer viticultor de Estados Unidos, dice Justin Sarafin, conservador de la zona, “pero se bebía todos los días cerveza y sidra en la mesa de Monticello”, afirma. El vino se servía en el salón, tras la comida.
Buen año o mal año, la cosecha de manzanas en el área permitía en esa época producir 450 botellas de sidra anuales, casi más saludable que el agua en esa época, que era de calidad dudosa, explica.
La sidra estadounidense desapareció prácticamente poco después en el siglo XIX, puesto que los inmigrantes preferían por lejos la cerveza. El golpe de gracia fue otorgado cuando ésta se prohibió a comienzos del siglo XX.
Puesta de nuevo de moda, la bebida interesa hoy en día a los grandes grupos del mercado de cerveza.
Visto en elnuevoherald.com.